Mi amigo Adolfo es un erudito emboscado. Esto no lo digo yo sino que lo dijo, hace un tiempo, un amigo más listo que los dos juntos y que es doctor de la historia. Y tiene toda la razón.
Las vacaciones me estan permitiendo visitar a parte de l@s colegas que tengo más abandonad@s de lo normal y que echo de menos. Y mucho.
Con este erudito han sido muchos años y películas vividas como para dejar de lado lo que pudimos aprender de ellas y no continuar poniendo en solfa de forma rutinaria la cotidianeidad, aunque no sea igual de ágil que hace un tiempo. Con un criterio aplicable y, involuntariamente, sistematizado a base de cañas y barra. Años intensos de sentir, pensar y actuar. Años de errores y aciertos, claro, faltaba más. Sin urgencias presentes, ahora el cubata tiene otro ritmo.
No es casualidad que el erudito emboscado y el que ésto escribe se formasen en la escuela del Baix Llobregat, una escuela de gente dura, donde te podian robar la pelota en la calle, aunque tuvieses ocho años. Donde el primer cigarro se podia comprar por unidades a duro en el quiosco de la plaza, aunque no tuvieses rastro de vello en la cara. Donde tu compañero de pupitre durante la EGB se pudria entre la calle y la prisión, debajo de tu expediente de insumisión cuando los dos saliamos de la adolescencia. Zona obrera, roja, aspirante a libertaria, con olor a fritanga y viajes al sur llegado el mes de julio y agosto. Y septiembre con el olor a los chorizos y morcillas del pueblo, mezclados con los libros del nuevo curso escolar. Seguro que eso, o parecido, pasaba en Gavà y Viladecans, los pueblos donde creció Adolfo.
Ese erudito emboscado que me regaló el primer libro de educación apenas habia aprobado el acceso a la universidad, Anarquismo y educación, es el mismo que hoy me ha regalado el libro de un paisano, no sé si porqué és de Jaén o porque es de una realidad charnega cercana a los dos, ese ex-cinturón rojo que rodeó durante años a la Barcelona Capital y hoy es nostalgia para algunos y hipoteca para muchos.
Los principes valientes de Javier Pérez Andújar, un título curioso para unos que nunca se definieron como valientes y que, si acaso, anhelan un poco de república. Ya lo leeremos, y lo digo en plural.
Gracias Adolfo, ya he visto que eres el más rápido en la tienda firmando y dedicando libros. Y discreto.
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